el ciervo blanco pasta libre
en las cristalinas estepas de la luna
el viento acaricia los sauces
en que habita el duende viejo
paseo por avenidas atestadas
mi mente es una puerta abierta
mis pasos retumban en la noche
y apaciguan la sed del niño indio
que enciende un fuego en el cielo
mientras las estrellas descansan
tiendas, luz intensa, carteles publicitarios
prostitutas, basureros, acera mojada
ajetreo, la vida bulle
perros salvajes devorando el frío
aliento gélido y autobuses nocturnos
ama a la policía
confusa
como una mano de hierro aferrada al tiempo
contempla a la doncella de plata
danzando enérgica en el tejado del templo