con fiereza nos unimos en aquel sueño ya lejano
aves rosadas caían sobre la almohada
con el destello suave de la mañana
que puede dañar retinas y párpados
no habrá corceles salvajes en tus sueños
atravesando incomprensibles ruinas
abrazados por la ventisca
solo un viejo baúl vacío
en mitad de la noche cerrada
nos deslizamos sobre el musgo
como una camada de perros rabiosos
un silencio sepulcral acosa los vientos
y nos pudrimos en el infinito espectante
como dos frutos demasiado maduros;
nuestra sien magullada nunca calla;
ahora eres la (compañera) compañía que nunca tendré
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