la lluvia cósmica laceraba el cuerpo de nuestro joven héroe
el hombre-cadáver, tumbado en la hierba radioactiva
cada gota era una lágrima, un clavo
crucificándolo como luz negra en el barro pastoso
las alimañas
las viscosidades
los intestinos de la tierra
recorrían los nervios de su espíritu como tentáculos oxidados
deseosos de robar la calderilla del alma
el fuego salvaje
un buen bocado para el paladar mal acostumbrado
boca llagada por el destino y el látigo
dos ojos furibundos le contemplaban en la tormenta
la espada del mártir es doblegada por la envidia
el músculo, el esperma, el brazo partido
madera podrida y recia llena de carcoma
que es a veces mástil de la vida
una paloma cayó del cielo
abatida por un disparo semejante al rayo
y fue a posarse sobre su mano agrietada
así es como la frágil esperanza, el amigo
desciende a menudo del cielo, temerosa
y nos mira con ojos de cachorro
mientras la bandera, en el palacio de hierro
asusta y escarmienta a los esclavos
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